Anna Valls i Argent

Una vida entre harina y tradición

Mi pasión por el pan, empieza desde pequeña, crecí entre harinas, cuevas de pan recién cocido, masas de todo tipo que veía cómo mi padre las cuidaba hasta darles forma.

Después de finalizar mis estudios universitarios de Economía y Empresa, tomé una decisión que marcó mi vida, quedarme en la Panadería familiar para aprender el oficio de panadería, no sólo por amor al que representa, sino porque sentí que, entre harinas, recetas heredadas y madrugadas compartidas, estaba mi sitio. Fue una elección consciente, que me conectó con mis raíces, con el valor del trabajo hecho a mano y con una forma de vida que honra la dedicación, la paciencia y la calidez de lo cotidiano, que mis padres habían traído con tanta dedicación; el legado que ellos empezaron hace más de 50 años.

Me propuse aprender el oficio de panadería desde cero, con respeto por la tradición y la curiosidad por cada etapa del proceso. Poner las manos en la masa, madrugar con el olor del pan recién hecho y entender el trabajo cotidiano detrás de cada prenda, se convirtió en una experiencia transformadora.

En esta etapa, elegí mirar el oficio desde dentro, descubrir su ritmo, los secretos, y al mismo tiempo aportar mi conocimiento para fortalecer y renovar lo que mis padres construyeron con tanto esfuerzo. Para mí, ser panadera no es sólo hornear pan, es sostener una tradición, cuidar un legado y demostrar que también desde lo simple se puede construir un proyecto con propósito y futuro."

Seguimos horneando sueños, gracias a vosotros

Hoy, sigo trabajando codo con codo en este negocio familiar, con el mismo amor que ellos pusieron desde el primer día. Cada pieza de pan que sale del horno es más que un alimento, es una historia, una tradición, y un homenaje al que me enseñaron que el trabajo realizado con pasión y honestidad siempre deja huella.

Gracias a nuestros clientes, vecinos y amigos que han formado parte de esta historia.

Esta panadería sigue viva gracias a vosotros.